Sevilla está de fiesta. El padre José Torres Padilla, profesor del Seminario, canónigo de la Catedral, cofundador de las Hermanas de la Cruz, ha sido declarado beato.
Nació en San Sebastián de la Gomera, el 25 de agosto de 1811. Recibió su primera enseñanza escolar en el convento franciscano de los Santos Reyes de la localidad. En septiembre de 1827 fue a estudiar a San Cristóbal de La Laguna, en la isla de Tenerife. Continuó su formación en Valencia y Sevilla. El 27 de febrero de 1836 el cardenal Francisco Javier Cienfuegos Jovellanos le ordenó sacerdote. Ejerció su ministerio sacerdotal como profesor en el Seminario conciliar de Sanlúcar de Barrameda y en
el Seminario conciliar de Sevilla, adscrito a la Parroquia de san Marcos, teólogo consultor del Concilio Vaticano I, canónigo de la Catedral de Sevilla y examinador sinodal.
El sufrimiento y la cruz estuvieron presentes a lo largo de su vida. Vino al mundo en el seno de una familia ejemplar, y experimentó la cruda realidad de perder a sus padres a la edad de nueve años. Nuestro Señor Jesucristo era su fundamento, la fuerza para aceptar las circunstancias dolorosas, que asumió siempre con fortaleza y estabilidad de ánimo. Vivía un profundo amor y devoción a la Virgen María, como Madre, como mediadora de todas las gracias, como intercesora por todos sus hijos. Alentaba a todos para que viviesen el amor y devoción a María. Rezaba diariamente el rosario y, cuando se desplazaba de un lugar a otro, iba rezando una y otra vez el Ave María.
Su experiencia de la providencia de Dios le llevaba a vencer las dificultades y a mantener una actitud de audacia. Así sucedió a la hora de superar los problemas para la fundación de la Compañía de la Cruz. Junto a santa Ángela tuvo que afrontar muchas dificultades, y él le solía repetir: “Tú, quédate en tu nada que Dios lo hará todo”. En muchos momentos de su vida tuvo que sobreponerse a penalidades físicas y enfermedades y también a las más variadas incomprensiones. A pesar de todo, el amor y fidelidad a la Iglesia fueron siempre una constante en su actuar, así como la comprensión con las personas que obstaculizaban el camino. La oración y la penitencia eran el alimento de su confianza en Dios.
Fue un auténtico maestro y guía de almas por caminos de humildad. Su recomendación a las Hermanas de la Cruz es ya un clásico de espiritualidad: “No ser; no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera”. Duro y exigente consigo mismo y paciente y comprensivo con los demás. Su vida estuvo muy dedicada a la formación, a la predicación y al acompañamiento espiritual de las personas. En Sevilla se le llamaba popularmente el «Santero» porque tenía fama de santidad y porque hacía santas a las personas que dirigía. Entre las almas que acompañó espiritualmente destaca santa Ángela de la Cruz, canonizada por san Juan Pablo II en 2003.
Fue un verdadero padre de los pobres, que se despojó de todo a favor de los pobres y los enfermos. No daba de lo que le sobraba, sino de lo necesario. Cuando cobraba su capellanía iba a las tiendas a abonar comestibles y ropas de personas necesitadas que estaban pendientes de pago. Procuró con amor de padre socorrerlas, aliviar sus sufrimientos y sus heridas, ayudarles a superar sus situaciones y a llevar una vida ordenada. Su caridad pastoral encontraba alimento principal y expresión en la Eucaristía.
La beatificación del P. Torres en un momento de gracia y salvación para nuestra Archidiócesis, que dará sin duda un fruto abundante y duradero. Nos encomendamos a María Santísima, Virgen de los Reyes, Reina de los sacerdotes, a santa Ángela de la Cruz y santa María de la Purísima, y les pedimos que el ejemplo del beato José Torres Padilla nos ayude para avanzar decididamente por el camino de la conversión y la santidad, de la humildad, de la oración, de la formación cristiana, del amor a los pobres y la transmisión de la fe a nuestros contemporáneos.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla