En la celebración litúrgica de la solemnidad de la Santísima Trinidad, un año más celebramos la Jornada Pro Orantibus, la jornada de «los que rezan», que este año lleva por lema, «Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: “¡Hágase tu voluntad!”». La Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española señala la importancia de “recordar con gratitud en nuestra oración a aquellos que se han consagrado enteramente a vivir a la luz del misterio eterno. Ellos y ellas son «los que rezan»”, lo que han hecho de la actitud orante la regla y la medida de todas las cosas, de las internas y de las externas, de las personales y de las comunes, de las decisivas y de las pasajeras, de las cosas de Dios y de las cosas del mundo.
El filósofo francés Jacques Maritain publicó en 1966 un libro titulado El campesino del Garona que suscitó mucho interés e incluso cierta polémica, porque analizaba las grandes conquistas del Concilio Vaticano II, pero también algunos signos de distorsión. Este famoso intelectual y filósofo, amigo de san Pablo VI, pedía a los cristianos que dejaran de “arrodillarse ante el mundo”, porque el mundo tiene como objetivo la eficacia y el éxito y la Iglesia, en cambio, busca sobre todo la verdad y el bien. Ante todo, pedía cordura, reflexión y, en una palabra, recuperar una actitud contemplativa ante las realidades del mundo.
Hoy celebramos la Jornada Pro Orantibus, dedicada a quienes consagran su existencia a la vida contemplativa en los monasterios. Estas personas, con su vida de silencio, de trabajo y de oración, tanto de adoración y de glorificación de Dios como de súplica por las necesidades de sus hermanos y hermanas del mundo, se convierten en un recuerdo constante de la importancia y de la actualidad de la contemplación. Contemplar es mirar cuidadosamente y con admiración. Las personas de hoy en día, aceleradas y abrumadas por tantos problemas, tenemos una necesidad urgente de recuperar esta actitud, incluso como comportamiento humano. Los poetas son maestros en la actitud de contemplar la realidad y la naturaleza y de expresar con bellas palabras sus sentimientos. Los padres viven con naturalidad la contemplación del nacer y el crecer de sus hijos, admirados de haber sido colaboradores en ese nacimiento. Los creyentes saben que están llamados a vivir en la admiración inagotable por la belleza y la santidad de Dios.
Durante nuestra peregrinación terrenal la actitud contemplativa es la capacidad de comprender, admirar y saborear las cosas de Dios y sus huellas en la creación. Desde la teología, la contemplación es la mirada dirigida a Dios, a su Hijo Jesucristo, a la Palabra de Dios consignada en la Biblia. Es una mirada que procede de la fe, la esperanza y el amor –esta contemplación cristiana no sería posible sin la gracia de Dios- y tiende fervientemente al amor. El lema escogido para la Jornada de este año conjuga contemplación y obediencia, una dinámica de ida y vuelta que hace crecer la fe hacia niveles cada vez más elevados de relación con Dios y de oblación fraterna. Al mirarnos en el rostro de Cristo, dejamos de considerar nuestro propio interés para acoger buscar el cumplimiento de la voluntad del Padre en nuestra vida.
Contemplación obediente y obediencia contemplativa. Que podamos decir como Jesús: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra” (Jn 4, 34). Nuestra archidiócesis alberga el tesoro de treinta y cuatro comunidades de vida contemplativa. Pidamos por las vocaciones a la vida contemplativa, expresemos nuestro reconocimiento, nuestra estima y gratitud por lo que representan en la Iglesia y en el mundo. También es importante dar a conocer la vocación específicamente contemplativa, tan antigua y tan nueva, actual y tan necesaria en la Iglesia y en la sociedad. Ojalá la celebración de esta Jornada nos ayude a profundizar y desarrollar la dimensión contemplativa que tiene también nuestra vida.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla