‘Dilexit Nos’, carta dominical del arzobispo de Sevilla del 3 de noviembre

1 Nov, 2024 | Arzobispo

En esta primera carta dedicada a la encíclica, el arzobispo hispalense se refiere a las dos primeras partes del documento. Sobre la primera, anima a “revalorizar el centro íntimo del hombre, el corazón”, mientras que sobre la segunda se detiene en la contemplación del Corazón de Cristo.

El pasado jueves 24 de octubre el Papa Francisco publicó su cuarta encíclica que lleva por título Dilexit Nos, Nos amó, expresión de san Pablo refiriéndose a Cristo (Rm 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos» (Rm 8,39). Nace

esta encíclica en las celebraciones por el 350 aniversario de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús en 1673, y recuerda un tema central para nuestra vida de creyentes: la primacía de Dios, como se afirma en la exhortación Evangelii gaudium (cf. n.12).  Por eso el Papa nos invita a contemplar decididamente el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (nº1): “Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: «nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16). Para el Papa Francisco, en este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis.

La encíclica se desarrolla en cinco partes: I. La importancia del corazón (2-31); II. Gestos y palabras de amor (32-47); III. Este es el corazón que tanto amó (48- 91); IV. Amor que da de beber (92-163); V. Amor por amor (164-216) y la conclusión (217-220). Desarrollaré cada apartado y me detendré en esta carta dominical, de las tres que dedicaré, a la primera y segunda partes de la encíclica invitando a su estudio personal y al diálogo en los diferentes equipos de pastoral.

En la primera parte, “La importancia del corazón”, el Papa lanza una pregunta: ¿qué expresamos cuando decimos “corazón”? En la sociedad líquida en que vivimos hay que re-valorizar el centro íntimo del hombre, el corazón.  Este rescate del corazón es de vital importancia para la antropología y permite reconocernos en nuestra integridad, ya que, en último término, yo soy mi corazón. Es lo que me distingue, me configura en mi identidad espiritual y me pone en comunión con las demás personas. El corazón hace posible cualquier vínculo auténtico para superar la fragmentación del individualismo. Anti-corazón es una sociedad, afirma el Papa, cada vez más dominada por el narcisismo y la autorreferencia. ¡Ningún algoritmo podrá albergar los recuerdos del corazón! Cuando miramos al Corazón de Cristo (nº29) y se toma en serio el corazón, se producen consecuencias sociales, como enseña el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes: «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano».

En la segunda parte se detiene el Santo Padre en la contemplación del Corazón de Cristo, (nº 32) en “su centro personal, desde donde brota su amor por nosotros, es el núcleo viviente del primer anuncio. Allí está el origen de nuestra fe, el manantial que mantiene vivas las convicciones cristianas”. Recordando el pasaje del encuentro con el joven rico nos invita a preguntarnos: ¿Puedes imaginarte ese instante, ese encuentro entre los ojos de este hombre y la mirada de Jesús? Sin duda, aprendemos de Jesús, que la mirada precede al comienzo de la misión como atestigua la llamada personal a los Apóstoles. Jesús presta atención de tal modo que se admira por las cosas buenas que reconoce en nosotros, no se le escapan, y hasta se admira. Recuerda el Papa que Jesús había aprendido esto de María, su madre: “La que contemplaba todo con cuidado y “lo guardaba en su corazón” (cf. Lc 2,19.51), le enseñó desde pequeño, junto con san José, a prestar atención”. El Evangelio no oculta los sentimientos de Jesús. Sus gestos y palabras nos dejan ver de su corazón y están íntimamente unidos a Él. Concluye esta segunda parte con San Pablo en esa expresión (nº 46): «Me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Aquí concentra su mayor convicción que le maravilla y es la de saberse amado. Coloca el amor como lo más grande y fundamental expresándolo en esta afirmación: «Me amó».

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

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