Celebramos en nuestra Santa Iglesia Catedral la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús con motivo del 125 aniversario de la consagración de Sevilla al Corazón de Cristo y del 75 aniversario de la edificación y bendición del monumento al Sagrado Corazón de San Juan de Aznalfarache. Fue en el año 1898, cuando el beato Marcelo Spínola consagró la Archidiócesis de Sevilla.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús surge en Francia, en Paray Le Monial, con las apariciones de Nuestro Señor a la religiosa de la Visitación santa Margarita María Alacoque (1647-1690). Dichas revelaciones pondrán énfasis en el sentido de la reparación, que posteriormente los teólogos desarrollarán y explicarán, y a la vez se multiplicarán
las cofradías que ayudarán a muchas personas a vivir esta espiritualidad que subraya el amor de Cristo; en las revelaciones también se le urge para que promueva la institución de una fiesta del Sagrado Corazón.
Un siglo después, en 1765, la Santa Sede autorizó a los obispos polacos y a la archicofradía romana del Sagrado Corazón la celebración de dicha fiesta. Pero no sería hasta el año 1856 cuando el papa Pío IX estableció el culto universal de esta fiesta, extendiéndola a toda la Iglesia Católica e incrementándose de manera notable su arraigo y popularidad. El culto y devoción al Sagrado Corazón de Jesús se convertiría así en la segunda parte del siglo XIX y en la primera parte del siglo XX en una de los elementos más destacados y fecundos de la piedad de todos los miembros de la Iglesia, pastores y fieles. Si repasamos las biografías de los santos y fundadores de la época citada, así como el arte y la literatura, encontraremos numerosas pruebas.
La devoción al Sagrado Corazón es devoción a la persona de Cristo mismo. El corazón representa el ser humano en su totalidad, es el centro de la persona humana, el que le da unidad. El corazón de Cristo es el símbolo del amor de Dios revelado en Cristo y manifestado sobre todo en su pasión. El símbolo de ese amor es el corazón de Cristo herido por nuestros pecados. En el Antiguo Testamento encontramos ya la revelación del amor de Dios, del corazón de Dios, y el Nuevo Testamento lo manifiesta en plenitud. San Juan afirma: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó por él a su Hijo único” (Jn 3,16). El amor de Cristo por el Padre y por la salvación de los hombres, lo llevará a morir en la cruz. Él mismo declara: ” Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13).
El sufrimiento y la muerte en cruz de Jesús son una muestra de su inmenso amor por nosotros. San Pablo vivió una experiencia de encuentro con Cristo que le cambió el corazón, la vida entera, y no dejaba de maravillarse pensando en el amor de Cristo: “pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5,8). San Pablo experimentó ese amor en un nivel tan profundo y radical, que llegó a exclamar: “vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál 2,20).
Hoy es un día de fiesta grande para toda la familia diocesana. Renovamos y actualizamos nuestra consagración al Sagrado Corazón de Jesús grabando en el corazón y en el entendimiento su teología y espiritualidad, bellamente recogidas en el prefacio de la Misa: “El cual, con amor admirable, se entregó por nosotros y, elevado sobre la cruz, hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia, para que así, acercándose al Corazón abierto del Salvador, todos puedan beber siempre con gozo de las fuentes de la salvación”. Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla