

El domingo 23 de febrero, Dios mediante, ingreso como académico de erudición en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla. Lo haré con un discurso sobre la actualidad de la antropología de Viktor Frankl. Considero que la obra de este relevante psiquiatra vienés, conocido como el fundador de la Tercera Escuela Vienesa De Psiquiatría, tras el psicoanálisis de Freud y la psicología individual de Alfred Adler, mantiene toda su actualidad. Su obra ha dejado una profunda huella en el pensamiento contemporáneo, especialmente en la comprensión de la naturaleza humana desde una perspectiva integral. Propone una antropología tridimensional que integra las dimensiones somática, psíquica y noética del ser humano. Para él, la dimensión noética es el núcleo
más profundo de la persona, desde donde surge la libertad, la responsabilidad y la capacidad de trascendencia. En esta dimensión espiritual, caracterizada por la capacidad del individuo para buscar y encontrar sentido en la vida, se abre al ser humano la posibilidad del encuentro con la misma fuente divina de la trascendencia.
En el núcleo de la logoterapia está la convicción de que el ser humano está orientado hacia el sentido. Frankl afirma que el sufrimiento, la muerte y las adversidades, lejos de eliminar la posibilidad de sentido, pueden convertirse en las circunstancias donde este se descubre de manera más profunda. El “vacío existencial” del que habla se manifiesta hoy en fenómenos como el materialismo extremo, la crisis de identidad, el hedonismo y la desesperanza. Frente a esto, propone una actitud de búsqueda activa del sentido, que se revela en tres grandes vías axiológicas: por un lado, la creación o acción, a través del trabajo y las obras personales; en segundo lugar, la experiencia del amor y la belleza, como acceso a valores trascendentes y, por último, de un modo fundamental, en la aceptación del sufrimiento inevitable, con dignidad y valentía. En cada uno de estos caminos, la dimensión noética juega un papel esencial, pues es en este ámbito donde se manifiesta la capacidad del ser humano para trascenderse a sí mismo, respondiendo a las exigencias de la vida desde la libertad y la responsabilidad.
En esta visión de Frankl se pueden hallar ecos profundos de la doctrina y de la espiritualidad cristianas, especialmente en su concepción de la persona como un ser creado a imagen y semejanza de Dios. Esta imagen divina se refleja en la libertad, la capacidad de amor y la orientación hacia el sentido que define al ser humano. En el pensamiento cristiano, el sentido último de la vida no se encuentra únicamente en los valores intramundanos, sino en la relación personal con Dios. La fe cristiana ofrece una respuesta definitiva a la búsqueda del sentido existencial al proclamar que el fin del ser humano radica en el amor de Dios manifestado en Cristo. Así lo expresa san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
El sufrimiento, que para Viktor Frankl es una oportunidad de sentido, adquiere una dimensión redentora en la Cruz de Cristo. Desde esta perspectiva, la actitud frente al sufrimiento no es únicamente una afirmación de la dignidad humana, sino, ante todo, una participación en el misterio pascual, en el que el dolor es transformado en fuente de vida. En la actualidad, la visión de Frankl permanece vigente. Testigos de un progreso tecnológico sin precedentes, nuestro tiempo ha sufrido, paradójicamente, el debilitamiento de los valores trascendentes. La “voluntad de sentido” de la que habla Frankl adquiere relevancia hoy en contextos nuevos como la fragmentación cultural, el auge del relativismo o la superficialidad, en tantos sentidos promovida por las redes sociales. Así, la logoterapia ofrece una perspectiva que apunta a la dimensión más profunda del ser humano. La síntesis entre la antropología noética de Frankl y la doctrina cristiana enriquece nuestra comprensión del ser humano y ofrece además una respuesta esperanzadora a los desafíos contemporáneos, recordándonos que, incluso en las circunstancias más adversas, la vida siempre tiene sentido.
+José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla